Hace tiempo se tenía el concepto de que los niños eran adultos en miniatura y debían por tanto actuar como tales. Hoy se entiende que existen diferencias en la forma de manifestar el duelo entre niños y adultos.
A diferencia de los adultos, los niños no experimentan un duelo intenso y continuo de reacciones emocionales y conductuales ante la pena. Los niños pueden mostrar su pena de manera ocasional y breve, pero en realidad el proceso dura mucho más tiempo que en los adultos. Esto puede explicarse mediante el hecho de que la capacidad de los niños de experimentar emociones intensas es limitada. El proceso de duelo quizás necesite ser analizado varias veces durante el desarrollo de la vida de un niño. Ya que el duelo es un proceso que continua a través del tiempo, los niños pueden pensar repetidamente sobre la pérdida sobre todo durante los momentos especiales de sus vidas como irse de campamento, al graduarse de la escuela, al casarse, o al tener un hijo.
Varios aspectos afectan la manera en que el niño experimenta la pena: su edad, su personalidad, la etapa de desarrollo en que se encuentre, sus experiencias anteriores con la muerte, y su relación con el difunto. Algunos factores que pueden influir en el proceso del penar son: el ambiente que rodea al niño, la causa de la muerte, la capacidad de comunicación de los familiares, y la estabilidad de la familia después de la pérdida. También pueden influir cómo se satisfacen las necesidades del niño, las oportunidades que él tenga de compartir sus sentimientos y sus recuerdos, la capacidad de los padres de afrontar las tensiones, y la existencia de relaciones firmes entre el niño y otros adultos.
Los niños no reaccionan a la pérdida de la misma forma que los adultos, y podrían no demostrar sus sentimientos tan abiertamente. Algunos niños, en lugar de volverse retraídos y tener pensamientos obsesivos acerca de la persona fallecida, se vuelven activos (por ejemplo, pueden estar muy tristes un minuto y estar jugando al minuto siguiente). Este comportamiento es usualmente interpretado de manera errónea como que el niño no entiende o que ya rebasó la etapa de dolor. Lo que sucede es que la mente del niño lo protege de experiencias que son demasiado fuertes para afrontar a su edad. Los episodios de pena en los niños tienden a ser mas cortos debido que ellos no pueden explorar de una manera racional todos su pensamientos y sentimientos como lo hace un adulto. Además, los niños tienen dificultad en expresar verbalmente sus sentimientos acerca de la pena, por lo que su comportamiento dice más que sus palabras. Los sentimientos de rabia, y el miedo a morir o a ser abandonados pueden ser evidentes en su comportamiento. Los niños tienden a jugar a hacerse el muerto para de esa manera resolver sus temores y ansiedades. El jugar les es familiar, y por tanto es una forma segura de expresarse.
La pena y las etapas del desarrollo infantil
La muerte y los eventos que la rodean se interpretan de diferentes formas dependiendo de la etapa de desarrollo en que se encuentre el niño.
Infantes
Aunque los infantes (etapa del nacimiento hasta los 12-14 meses, nota del traductor) no reconocen lo que es la muerte aún, los sentimientos de separación y pérdida son parte del proceso de crear una conciencia de lo que es la muerte. Los niños que han sido separados de sus mamás pueden exhibir una conducta apática, callada, y no responden a sonrisas o arrullos. También pueden verse cambios físicos como pérdida de peso, desvelo y falta de actividad.
De 2 a 3 años de edad
Los niños de esta edad suelen confundir la muerte con el dormir y pueden sentir ansiedad a una edad muy temprana, incluso a los tres años. Como reacción pueden exhibir pérdida del habla y angustia generalizada.
De 3 a 6 años de edad
A esta edad los niños ven la muerte como una forma de dormir; la persona está viva pero limitada en alguna forma. Estos niños no separan completamente la muerte de la vida y pueden pensar que la persona todavía está viva, aun después de estar enterrada, y hacer preguntas sobre ella (por ejemplo, cómo come, va al baño, respira o juega). Los niños de esta edad saben que la muerte es física pero creen que es temporal, reversible y no definitiva. Su concepto de la muerte puede tener un componente de pensamiento mágico. Por ejemplo, pueden creer que un pensamiento malo suyo causó que la persona se enfermara o muriera. Los niños menores de cinco años pueden exhibir trastornos en el comer, el dormir y el control de las funciones corporales.
De 6 a 9 años de edad
No es inusual que los niños en esta edad empiecen a mostrar curiosidad acerca de la muerte, inclusive haciendo preguntas concretas acerca de lo que le pasa al cuerpo cuando uno muere. Estos ven la muerte como si fuera una persona o un espíritu separado del individuo que falleció, por ejemplo, un esqueleto, un fantasma, un ángel de la muerte o sencillamente el coco. Los niños pueden ver la muerte como algo definitivo y que amedrenta, pero que le pasa más a la gente vieja (no a ellos). Los niños en este proceso de la pena pueden desarrollar fobia a la escuela, problemas de aprendizaje, comportamiento agresivo o antisocial, volverse extremadamente preocupados sobre su propia salud (por ejemplo, mostrando síntomas de enfermedades imaginarias) y aislarse de los demás. También pueden convertirse en niños sumamente apegados y dependientes de otros. Los varones típicamente manifiestan una conducta más agresiva y destructiva (por ejemplo, portándose mal en la escuela), en vez de mostrarse tristes abiertamente. Cuando los padres fallecen los niños pueden sentirse abandonados por ambos padres, tanto el que murió como el que está vivo, ya que el padre que está vivo está inmerso en su propia tristeza y no es capaz de brindarle el apoyo emocional que necesita.
De 9 años de edad en adelante
Para cuando el niño cumple los 9 años, ve la muerte como algo inevitable y no como un castigo, y para los 12, entiende que la muerte es irreversible y que le pasa a todo el mundo.
En la sociedad norteamericana, muchos de los adultos que atraviesan un proceso de duelo se aíslan y limitan su comunicación con el mundo exterior. Los niños en cambio a menudo hablan con otras personas (incluso extraños) como una forma de observar sus reacciones y encontrar pautas que les ayuden a explorar sus propios sentimientos. El niño puede incluso hacer preguntas confusas como, "Yo se que mi abuelo se murió, pero ¿cuando va a regresar?" Esto es una manera de probar la realidad y confirmar que la historia de la muerte no ha cambiado.
Otros asuntos sobre los niños y la pena
Hay tres temas prominentes en la expresión de la pena en los niños:
- ¿Causé yo la muerte?
- ¿Me pasará esto a mí?
- ¿Quién me va a cuidar?
¿Causé yo la muerte?
Los niños frecuentemente creen que tienen poderes mágicos. Si la madre le grita en su desesperación, "Me vas a matar", y luego se muere, el niño puede pensar que él causó la muerte. También sucede entre niños cuando después de una discusión uno dice (o piensa): "Ojalá se muera". Si ese niño muere luego, el niño que lo deseó puede creer que sus pensamientos fueron los que provocaron la muerte.
¿Me pasará esto a mí?
La muerte de otro niño es muy difícil de aceptar. Si el niño piensa que la muerte se pudo haber evitado (ya sea por los padres o por el doctor), puede temer que le vaya a pasar a él también.
¿Quién me va a cuidar?
Debido a que los niños dependen de los padres y otros adultos para sus cuidados y necesidades, la pérdida de alguien importante les puede hacer sentir miedo de quién les va a cuidar.
Tratamiento de la pena infantil
El proceso de duelo de un niño podría facilitarse si nos mostramos abiertos y honestos con él en nuestras discusiones sobre la muerte, usando un lenguaje directo e integrando al niño en los ritos y ceremonias relacionadas al fallecimiento.
Explicación de la muerte
El guardar silencio acerca de la muerte (lo cual indica que el tópico es tabú) no ayuda al niño a afrontar la pérdida. Al hablar sobre la muerte con un niño, la explicación debe mantenerse tan simple y directa como sea posible. Se le debe decir la verdad usando detalles suficientes para su nivel de comprensión, y sus preguntas deben ser respondidas con honestidad y sin rodeos. A los niños se les debe dar seguridad (a menudo se preocupan de si van a morir también, o si su otro padre les va a abandonar). También se debe responder a todas sus preguntas, asegurándose de que el niño entiende la información.
Lenguaje correcto
Esta conversación debe incluir las palabras apropiadas como, cáncer, muerte y murió". No se debe usar eufemismos tales como, "él se fue al más allá," "él está dormido" o "lo perdimos" porque pueden interpretarse mal y confundir al niño.
Planificación del sepelio
Después de una muerte, los niños pueden y deben ser incluidos en los planes para el sepelio y participar en él. Esto ayuda a los niños (y los adultos) a recordar a la persona amada. A pesar de que los niños no deberían ser nunca forzados a participar en estas ceremonias, se les debe animar a tomar parte en aquellos aspectos en los que se sientan cómodos. Si el niño desea participar en el funeral o el velatorio, se le debe explicar en detalle y por anticipado qué es lo que debe esperar. El padre o madre sobreviviente podría estar muy ocupado(a) con su propia pena y no atender al niño como necesita, por lo que puede ser bueno escoger un adulto de confianza o un familiar cercano para que ayude al niño durante el proceso.